
Ex entrenadora comparte la desgarradora historia de Makaiko, el delfín
Conocí a Makaiko, el delfín, cuando trabajé como entrenadora de mamíferos marinos en un acuario en México en 2001, hace 19 años. Esta es la historia de su vida, la que vivió solo para entretener a la gente. Pero es también la triste realidad de miles de delfines atrapados en cautiverio para el entretenimiento de turistas.
Primeros años en Japón
Makaiko (significa ‘fuerza interior’), un delfín nariz de botella, nació en las aguas de Taiji, Japón, en 1996. Él vivía con una gran familia: cerca de 80 miembros pertenecían a su manada.
Ellos socializaban con otras manadas y pasaban sus días jugando y deambulando por los arrecifes del océano Pacífico, disfrutando de la gran cantidad de comida que siempre estaba disponible para ellos.
La manada demostraba solidaridad y cooperación entre ellos, lo que los ayudaba a protegerse y fortalecerse. Si un delfín de la manada se enfermaba, todos unían sus fuerzas para ayudarlo a recuperarse.
La vida era exactamente como debería ser.
Pero un oscuro día, mientras los delfines realizaban sus actividades diarias, ruidosos botes motorizados se acercaron a la manada.
Ellos intentaron alejarse de los botes. Las madres intentaban encontrar a sus crías. Los líderes de la manada, a través de sonidos, les comunicaban a los miembros de su familia que se alejaran rápidamente.
Durante el caos, algo pesado empezó a caer sobre algunos delfines, entre ellos Makaiko. Eran las redes de caza que las personas usan para capturar delfines, sacrificarlos y venderlos por su carne u otras partes al cruel comercio de vida salvaje. Este comercio incluye a los delfines vivos que son vendidos para el entretenimiento de los turistas.
Mientras el agua se tornaba roja por la sangre de los delfines que trataban de escapar o eran asesinados, Makaiko fue retirado del agua, sin poder moverse entre la red.
Los primeros días en cautiverio
Después de que Makaiko fue capturado, fue transportando en una camilla que lastimaba sus aletas y su vientre. Eventualmente, era roceado con agua para evitar que su piel se resecara. Sabiendo lo que sabemos de delfines, esto debió ser un momento doloroso, estresante y aterrador.
Después de llegar a su nuevo hogar temporal, lo dejaron en un pequeño tanque. El agua de este tanque no era agua de mar y estaba tratada con químicos para mantenerla limpia.
Este lugar era completamente diferente al océano: vacío, inhóspito y silencioso.
Pasaron pocos días en este nuevo lugar antes de que Makaiko –y su hermana Kumiko que también estaba allí– recibieran comida por primera vez. Nadaban en el tanque buscando alimento, pero no había nada.
Solo hasta que salieron a la superficie y la gente se acercó para arrojarles pesces muertos, tuvieron la oportunidad de comer algo. Los peces muertos no son tan nutritivos como la comida que normalmente obtendrían en el océano, pero en este punto, algo era mejor que nada.
Las personas que los estaban cuidando, trataron de enseñarles trucos, recompensando a Makaiko y a los otros delfines con comida solo si hacían lo que les pedían.
Transporte a México
Makaiko estuvo en este delfinario en Japón por 10 meses. Después, un inesperado día, él y su hermana fueron sacados del agua, puestos nuevamente en una camilla y luego en una caja de transporte para delfines.
En esa caja, ellos no podían ver nada, solo escuchar. Estuvieron en la caja y fuera del agua, por 56 horas completas. Las personas a cargo del transporte les aplicaban una crema especial para prevenir que su piel se resecara, pero esto también significaba que su piel no podía respirar.
Makaiko empezó a sangrar y evidentemente estaba herido, pero nada hicieron para calmar su dolor.
Después de 56 horas, llegaron a México.
La vida en México
Después de que Makaiko y su hermana Kumiko llegaron a México, que fue cuando los vi por primera vez, fueron puestos en un estanque aún más pequeño que en el que estaban viviendo en Japón. Conocieron a otros delfines que también vivían ahí: Miku, que tenía solo dos años (era traviesa, pero muy dulce), y Rocko, un joven macho que era más fuerte y amable. Los dos nacieron en tanques en Japón, así que nunca han visto el océano.
En este lugar, en Ciudad de México, llamado Six Flags, varias personas cuidaron de ellos y también les enseñaron los mismos trucos que estaban aprendiendo en Japón.
Yo era uno de los cuidadores de Makaiko y Kumiko. En otra oportunidad puedo contarles más sobre Kumiko, pero por ahora puedo decirles que Kumiko se deprimió profundamente después de su llegada a México, y no vivió por mucho tiempo.
Después de estar por un tiempo en Six Flags, Makaiko –junto con Miku y Rocko– fue puesto nuevamente en una camilla que lo maltrataba seriamente, y fue transportado a otro delfinario en Isla Mujeres, lo que tomó más de 16 horas.
Los delfines estaban sangrando a su llegada al nuevo acuario, donde también los cuidaría yo, pues de mudé con ellos de Ciudad de México a Isla Mujeres.
Como lo mencioné, este viaje los llevó a aguas caribeñas en Isla Mu
Convirtiéndome en una entrenadora
Fue aquí donde fueron entrenados para convertirse en animadores de la industria de los delfines.
Fueron entrenados por horas y horas, forzados a realizar trucos como saltar continuamente y empujar a la gente desde los pies. Tuvieron que soportar que los tocáramos y que nos sumergiéramos en el agua con ellos por largas horas.
Los delfines tenían que empujarnos, a los entrenadores, con sus narices, levantarnos sobre sus aletas dorsales e, incluso, saltar sobre nosotros. Y como en Japón, si los delfines no lo hacían cuando se les ordenaba, se les negaba la comida.
Yo siempre regresaba en las noches para darles algo de comida extra, para que no sintieran tanta hambre.
El agua era más caliente de lo normal, lo que les causaba irritaciones en la piel e infecciones por hongos. Y la intensidad del sol les causaba quemaduras en la piel.
Los delfines se debilitaban cada vez más con el paso de los días.
Yo les cuidaba las quemaduras y problemas de la piel como me fuera posible, y trataba de calmarlos y tranquilizarlos. De hecho, solía entrar al agua para pasar tiempo con ellos, en lugar de pedirles que realizaran trucos todo el tiempo.
Quiero creer que marqué la diferencia en su salud física y mental, pero, evidentemente, las circunstancias generales eran muy difíciles para los delfines.
No existía duda de que estaban sufriendo.
En algún momento, hubo conversaciones sobre rescatar a los delfines y llevarlos a un santuario junto al mar, pero fue una misión fallida. Alguien alertó al delfinario sobre la posibilidad de que el Gobierno pudiera confiscar a los animales, así que tuvieron tiempo de moverlos a un refugio legal y detener el decomiso de los delfines.
No es un animador ‘suficientemente bueno”
Al mismo tiempo, me despidieron del delfinario, porque estuve involucrada en la misión de rescate, de la que el delfinario se enteró.
Después de ser despedida, los delfines se quedaron sin comida o agua limpia. Regresé una vez más para despedirme, y sin duda fue uno de los días más difíciles de mi vida. Los delfines permanecieron en ese lugar por dos meses y la gente solo llegaba a alimentarlos o entrenarlos.
Después, la vida de Makaiko nuevamente dio un vuelco radical: se quedó solo en su hogar.
Los otros delfines fueron llevados a otros acuarios en una isla del Caribe para empezar sus vidas como animadores, pero decían que Makaiko era un delfín ‘tonto’ que no seguía órdenes, y era muy grande y pesado para ser transportado a otro lugar.
Se quedó solo por un tiempo, sin comida y, con una creciente sensación de ansiedad, empezó a golpear su cabeza contra las paredes. En algunos momentos del día, la gente llegaba a darle peces muertos y a limpiar el agua. Ese era el único instante en que Makaiko no estaba solo.
Makaiko fue rescatado por el Gobierno después de que se llevaran Miku y Rocko, y tuve la oportunidad de cuidar de él otra vez.
Después de este rescate, Makaiko quedó al cuidado de una compañía llamada Aqua World, que se supone que cuida mejor a los delfines. Otra persona y yo fuimos contratados por Aqua World para rehabilitar a Makaiko. Y así empezó su proceso de rehabilitación.
Cuidamos de él, lo alimentamos, lo acompañamos y nos aseguramos que estuviera en las mejores condiciones posibles en cautiverio, mental y físicamente. También llenamos su piscina con agua de mar, en lugar del agua tratada con químicos, y pasamos horas limpiando las piscinas para evitar que las algas crecieran demasiado rápido.
Era claro que Makaiko estaba triste, pues empezó a golpear nuevamente su cabeza contra las paredes e hicimos todo los posible para evitar que se lastimara.
Gracias a la rehabilitación, eventualmente se empezó a sentir mejor. Cada vez más y más gente se unía para ayudarlo. En general, la rehabilitación tomó 12 meses.
Finalmente, Makaiko fue trasladado a Dolphin Discovery en Isla Mujeres, donde pasaría los últimos cuatro años de su vida.
En estas nuevas instalaciones, él podía nadar en agua de mar, pero aún estaba limitado a una parte muy pequeña del mar, debido a las barreras en el agua.
Allí, todos los días actuaba y realizaba trucos para grandes audiencias y solo lo alimentaban durante las presentaciones y luego como recompensa. Debió ser muy aburrido vivir el mismo día, todos los días, sabiendo que podría estar nadando libremente en el océano de Japón.
Los días finales de Makaiko
Makaiko, y otros animales marítimos que trabajaban en este lugar como animadores, fueron temporalmente trasladados al lugar donde fue rehabilitado, a causa de la tormenta tropical Emily.
A su regreso, las instalaciones estaban parcialmente destruidas por la tormenta y el agua estaba igualmente agitada. Las redes estaban a la deriva debido a la destrucción y Makaiko se enredó en ellas.
La gente que lo estaba cuidando no se dio cuenta de este episodio y Makaiko murió. Ahí estaba enredado en las redes en el delfinario donde fue explotado para entretener a miles de personas.
Ningún delfín debería soportar una vida llena de tristeza y sufrimiento y una muerte como la de Makaiko.
Es por eso que quiero unir esfuerzos con World Animal Protection para contar esta historia, para crear conciencia y para trabajar en contra de la industria del entretenimiento con delfines.
Esta cruel industria hace parte del comercio global de fauna silvestre, que somete a millones de animales todos los días, y pone a la gente y al planeta en riesgo.
Ayuda a ponerle fin a este sufrimiento y firma la petición que World Animal Protection les exige a los líderes globales para acabar con el comercio, por siempre.